Se suele afirmar que el cristianismo es una religión de la palabra. Así, abordar el silencio y la quietud significa ser consciente de la tensión entre el habla y el silencio. Berger es coherente cuando se pregunta: ¿Realmente habla Dios cuando «habla»? ¿Cómo de comprensible es su discurso? ¿Habla también en el silencio? Para responder a estas preguntas, Berger hace un recorrido exhaustivo por el silencio: desde el silencio de los grandes testigos de la Biblia, de los cristianos de todos los tiempos, del silencio y la quietud en la liturgia y el culto, en la creación, en el cielo, hasta en el sabbat y el Sábado Santo. A partir de todo ello, Berger obtiene una teología del silencio: Dios se revela en el silencio cuando las personas se dejan alcanzar por el silencio de Dios, cuando lo representan y lo comprenden, cuando se asemejan a Dios en su propio silencio, se dirigen a Dios en él y sienten así su voluntad, y no menos cuando aman en silencio.