Jeremías y Ezequiel nos acercan a su palabra profética y a la historia, en la que el pueblo, por sus idolatrías e injusticias, fue testigo de la destrucción de Jerusalén, de su final como Reino de Judá, y de su partida y estancia en el exilio. Pero la última palabra de Dios es siempre el ofrecimiento del perdón y misericordia para los suyos. En nombre del Señor, los dos profetas prometen el retorno a la tierra y la renovación radical de todas las personas del pueblo con una nueva alianza, el don de un corazón nuevo y un espíritu nuevo.