Esta es la segunda obra del gran pensador rumano, escrita cuando tenía sólo veinticuatro años de edad. En ella, Cioran descubre en el aforismo su verdadero estilo, un estilo que le permite no solo discurrir con mayor concisión y precisión, sino denunciar, maldecir y fustigar sin piedad todo lo que le irrita. No obstante, pese a su desgarro y desesperación, el autor encuentra en la vida elementos para reconciliarse con ella: uno de ellos, la música.