Mientras que algunos relatos son bellísimos homenajes a Oliver Sacks, Joseph Brodsky e Ingeborg Bachmann, otros cuentos establecen un diálogo susurrado con animales o con objetos. Sin embargo, el grueso de la obra lo componen historias terribles contadas en apenas cuatro magistrales pinceladas, las suficientes para que la imaginación del lector recomponga el devenir de personajes perversos o trágicos, amenazadores o heridos, celosos o desvalidos. Y aunque la mayoría de los relatos transcurren en austeras habitaciones casi vacías, en otros la autora sale al exterior para convertirlo en un escenario apocalíptico.