Dedicados todos ellos al mar, estos textos de Alvaro Cunqueiro son la mejor muestra de su capacidad, siempre renovada, da fabulación. Y es que todos ellos surgen de la fascinación, también sin límites, ante mares y océanos, pletóricos de tantos y tantos misterioos, de zoologías quiméricas, de increíbles geografías submarinas, de temerosas historias y trágicas leyendas sin fin. «Leyendo a Cunqueiro, en la fantasía libre y desatada de estos artículos», subraya Néstor Luján en el prólogo, «se comprende que se sintiera obligado a narrar cuanto imaginaba, que quisiera conservar la incitación que es para el hombre un mundo que tiene muchos significados, infinidad de enigmas enriquecedores, muchedumbre de noticias prodigiosas. Y se agradece profundamente que quisiera perpetuar todo ello con espléndida eficacia, "como quien, en cabaña de monte nevado, conserva el tesoro del fuego".»