El uso del espacio no es igualitario, y se halla regido por relaciones de poder generalmente invisibles que hay que modificar, dado que de otro modo van a perpetuarse las diferencias de trato entre los individuos en función de su sexo. Pero miramos el patio de juegos y no vemos nada especial. Tumulto infantil. Unos niños juegan a fútbol, otros corren por los rincones. Algunas niñas están sentadas en un corro al fondo. Cada uno y cada una va a su aire, según le parece. Así que ¿dónde está el sexismo? Tendremos que aprender a descubrirlo. Y, para hacerlo, tendremos que aprender a mirar, a investigar, a entender. Para poder cambiar las relaciones y llegar a la práctica de la coeducación, haciendo que niñas y niños tengan sus propios espacios, sus propios tiempos, sus formas de expresión distintas, pero con igual capacidad de ser tenidas en cuenta. Y que vayan intercambiándolas, aprendiendo unas de otros, otros de unas. Sólo así podremos romper los viejos moldes que nos aprisionan y conseguir que las nuevas generaciones sean más libres y puedan aprovechar toda la riqueza de lo humano sin verse constreñidas por hecho de haber nacido mujer o varón en una sociedad sexista