La filosofía oriental que se esconde detrás del mandala es en realidad universal: un círculo que encierra la belleza y la paz, absolutamente contrario a la prisa y el ruido que suele acompañaros a diario. Pintarlos nos ayuda a tener paciencia y capacidad de concentración, pero sobre todo fomenta la creatividad, combinando figuras, colores y frases motivadoras para fluir con nuestro artista interior.