Descrito como un personaje distante y hasta misterioso, el introvertido aunque genial Gustav Klimt fue una de las figuras más importantes del panorama cultural europeo de comienzos del siglo xx. Procedente de una familia humilde, pero virtuoso desde niño, pronto destacó por su obra pictórica, tan intensa y personal. Comenzó decorando los nuevos edificios de la elegante y suntuosa Viena imperial, donde su talento no pasó desapercibido, aunque realmente destacaría en las maravillosas pinturas doradas que tan bien le definen. En estas páginas recogen la vida, la época y la obra de una artista inigualable por su belleza y originalidad.