Juan Manuel Díaz Caneja fue un ser enigmático en ocasiones, hermético casi siempre, y solitario, un poco por naturaleza y otro poco por imperativos históricos. Lo cual no quiere decir que careciera de amigos;por estas páginas desfilan muchos de ellos. Sobre el soporte del recuerdo conturnaz, al hilo de la ejecución de un testamento y con la savia de una memoría emocional constantemente renovada, Javier Villán ha dibujado los perfiles de un pintor singular y un ciudadano ejemplar: Caneja, Y de Isabel Fernández Almansa, otro personaje no menos singular. Como escribe Juan Manuel Bonet en el prólogo. Caneja. Una mirada del siglo XX ´es el relato, a ratos macabro y solanesco, como debe ser, de una testamentaria, escrito por el albacea;un libro sentimental, en el mejor sentido del término, desde la profunda amistad que unió al autor y su esposa Ana con los Caneja (...) Caneja. Una mirada del siglo XX es, sobre todo, la reconstrucción de una dilatada conversación con aquel inolvidable matrimoio. Como telón de fondo, la pintura, la gran pintura del gran Caneja, y el paisaje castellano de que ésta se nutre´.