Tal es el grado de desconocimiento de nuestra historia naval que el simple título de este trabajo parecerá a muchos una contradicción, porque el sustantivo ?corsario´ no puede ir acompañado del gentilicio ?español´. A consolidar esta percepción, ha contribuido la imagen acuñada por la literatura y el cine. Al contrario, como esperamos demostrar en estas páginas, en España hubo numerosos corsarios y de gran éxito. Conviene aclarar que un corsario era algo muy diferente de un pirata. El corsario se trataba de un particular que, por las razones que fuesen, había obtenido una «patente» o permiso del rey para atacar y apresar embarcaciones de países enemigos, tras haber depositado previamente una fi anza, y comprometiéndose a cumplir una serie de normas tanto en lo que se refi ere a quién podría atacar, al comportamiento con los vencidos, al reparto del botín apresado, etc. ¿Eran los españoles o los súbditos de la monarquía hispana poco proclives a dedicarse al corso? Resulta sorprendente que gentes tan dadas y tan hábiles para la guerra irregular en tierra, la famosa guerrilla, apenas se la planteen cuando la lucha es por mar. Tal vez sea la explicación el tópico de que los españoles han sido torpes y limitados marinos. Pero entonces habría que explicar cómo es posible que fueran, esos mismos españoles, los creadores del mayor imperio oceánico de la historia y quienes lo mantuvieron en su poder durante cuatro siglos, que fueran ellos los que descubrieron todo un nuevo continente y los primeros que circunnavegaron el planeta, aparte de otras muchas hazañas. Esta obra demuestra que hubo muchas y muy buenas razones para la existencia de muchos y muy hábiles corsarios españoles.