Desplegando su extraordinaria energía sobre el Mediterráneo oriental entre colosos de la Edad del Bronce como el País de Hatti y el Egipto de los faraones, los navegantes minoicos, primero, y los griegos micénicos, después, a´ rmaron con sus logros las bases de nuestra civilización occidental. Cuando de forma enigmática el fulgor de sus armaduras de bronce se apagó, los griegos posteriores los evocaron bajo la forma de héroes capaces de conquistar la ciudad de Troya o realizar imposibles travesías marinas como la cantada por Homero en su Odisea. Gracias al impulso de estos recuerdos, los griegos volvieron a reconquistar el mar, sembrando sus costas de una constelación de ciudades y haciendo circular por ellas el fuego de sus mitos, hasta que ellos mismos pudieron contar sus propias historias. Gracias a Heródoto conocemos las historias de sabios y tiranos, o de los Trescientos héroes que resistieron el paso de los persas en el paso de las Termópilas. Y por Tucídides sabemos cómo Atenas y Esparta crecieron hasta cruzar las líneas de sus destinos en una larga guerra que involucró a todo el universo heleno en una época de sombras y claros en los que también * orecieron la democracia, el Partenón, el teatro o las Olimpíadas, logros que perduran en nuestros días. En una narración en la que viejos héroes como Aquiles, Odiseo o Edipo se alternan con personajes históricos como Pericles, Leónidas o Sócrates, el presente libro propone un viaje por la Historia de Grecia, a una época en que los hombres se sintieron héroes capaces de sostener su mirada a los dioses.