Con Laberinto, Eduardo Antonio Parra da voz a la desolación que el narcotráfico ha sembrado en el norte de México. Dos náufragos, dos supervivientes con más ganas de ahogarse de verdad que de seguir respirando, se encuentran una noche en un bar. Se conocen de tiempo atrás, de cuando eran otros. Uno fue profesor de literatura y entrenador de futbol, el otro fue su alumno. Ahora, beben con la misma feroz disciplina, para apagar la memoria, pero ésta se alimenta de un dolor demasiado vivo: de una noche, hace nueve años, en la que dos bandas rivales de narcotraficantes acabaron con su pueblo. Primero llegaron mensajes a los celulares. No era la primera vez: los narcos anunciaban el toque de queda e inmediatamente después cortaban las comunicaciones. Darío alcanzó a llegar a salvo a casa de sus padres con Norma, su novia. Pero no estaba Santiago, su hermano menor. Desoyendo las súplicas de su familia, decidió salir con Norma a buscar a Santiago. Así empezó su oscura odisea, que no habría de terminar nunca, porque el viaje mismo sería la destrucción de la verde Ítaca. Esta novela es un brillante artificio literario, un laberinto de ecos y, a la vez, el implacable testimonio de la desolación que la voracidad del narcotráfico ha sembrado en el norte de México. Reseñas: «La escritura de Parra mira con hondura y belleza nuestros terrenos extremos, violenta la ceniza para que el brillo asome. Sin duda el territorio que ha consolidado Eduardo Antonio Parra es el de la narrativa, donde su prosa poderosa es -a todas luces y para bien de sus lectores y del quehacer literario de México- ambiciosa, intensa y conmovedora.» Mónica Lavín «En Parra todo obedece a una suerte de reacomodo pormenorizado, de modo que sus tramas están expuestas a un perpetuo recomienzo, como también están expuestas a diversos detonantes. Es entonces que la expectativa dramática sólo puede desbordarse cuando las aristas del relato la hacen propicia. A partir de esta estrategia, que no acusa ninguna clase de exasperación, la índole perceptiva de Parra entra en juego y penetra con toda su fuerza. Su lenguaje se vale de registros enigmáticos, a veces chirriantes, como son las innumerables fracturas morales que padecen los personajes, pero sin despojarlos de su capacidad de sublimación.» Daniel Sada «Los infiernos mexicanos son muchos y se encuentran simultáneamente en varios tiempos y diversos espacios. Pocos escritores los conocen tan bien como Eduardo Antonio Parra, el primero de nuestros realistas.» Christopher Domínguez Michael