Pasamos por diversos ciclos y en cada uno de ellos nos movemos por diferentes necesidades que predominan, interactúan o se mezclan según las personas y las etapas en las que nos encontremos: el afán de novedad, el éxito, los afectos, la realización personal... Lo cierto es que a partir de cierta edad (que, según los casos, oscila entre los 50 y los 70 años) se tiende a la búsqueda de sentido: contribuir en la sociedad, colaborar, sentirse útil, sentir que lo que hacemos tiene un valor para la comunidad... Disfrutar de una vida plena depende en gran parte de nosotros, pese a todos los tropiezos y dificultades que encontremos en el camino. Y hay que tener muy en cuenta que la vida no solo se compone de las expectativas y proyectos que pudiéramos tener en nuestra etapa laboral. Somos personas, antes de ser trabajadores. Nos llenamos de tantas obligaciones que, cuando desaparecen, podemos llegar a sentir un vacío extremo si no hemos sabido llenar nuestros momentos de otras razones, de otros proyectos ilusionantes y motivadores. En estas páginas la autora trata de reflexionar junto al lector sobre razones y argumentos para ilusionarse y seguir avanzando cada día con ánimo y entusiasmo.