El hombre es un ser temporal, pero participa de la eternidad y es constantemente educado por ella. Los discursos reunidos en este volumen meditan sobre algunas de las principales enseñanzas que lo eterno o sea, el bien imparte al hombre. Estas enseñanzas han de ser creídas, pues lo eterno no se deja atrapar en las redes del entendimiento humano. Dicho con la maravillosa imagen empleada por Kierkegaard en este libro: «El bien enseña al que se esfuerza, le ayuda, pero sólo como lo hace la madre amorosa cuando enseña al niño a andar solo: la madre está a una distancia tal del niño que en realidad no puede cogerlo, pero extiende los brazos, imita los movimientos del niño;tan pronto como este se tambalea, ella se inclina rápidamente como si lo fuera a agarrar, y así el niño cree que no anda solo. Más no puede hacer la madre más amorosa, si es que ha de haber algo de verdad en que el niño camina solo. Y, sin embargo, hace más, pues su semblante, su semblante llama con señas como la recompensa del bien y como el estímulo de la bienaventuranza. Y así el niño avanza solo: con los ojos puestos en el rostro de la madre y no en las dificultades del camino, apoyándose en los brazos que sin embargo no lo sostienen, buscando refugio en el abrazo de la madre, sin apenas sospechar que en ese preciso instante está mostrando que puede prescindir de ella ya que ahora el niño anda solo». Søren Kierkegaard (1813-1854) es uno de los filósofos más originales del siglo XIX. Hizo de su vida una búsqueda apasionada de la verdad.