La aplicación figurada del eclipse a Dios en el momento actual viene a describir una situación de oscurecimiento de su presencia en el conjunto más palpable del ámbito social. No obstante, es importante acotar que el eclipse implica oscurecimiento temporal o momentáneo, no desaparición. Hasta cierto punto resulta explicable que el hombre actual -hablando en líneas generales- tenga problema con Dios. Un problema -en el marco que nos ocupa- que consiste en que Dios no se deja asir tangiblemente ni comprender racionalmente, aunque sí se deja percibir, encontrar y hasta sentir por los signos de su presencia, por el resplandor que irradia su misterio. El misterio, sin embargo, no se deja reducir ni a los imperativos de la razón ni a las tasas demostrativas de la técnica. Es real, pero no tangible;posee su lenguaje propio, pero no se somete a parámetros de medición material;su presencia se reviste de símbolos y expresiones que rondan los arcanos de la intuición, el pathos, el arrebato, la iluminación interior.