En nuestro camino hacia Dios no es extraño que sintamos una fascinación por el mal. Esta atracción la han sentido y sufrido todos los que intentaban mejorar su vida y aproximarse a la perfección de Dios. Los monjes antiguos habían aprendido en su soledad a examinar los diferentes tipos de mal, los distinguían perfectamente, sabían darles nombre y hacerles frente. Muchas de sus técnicas están aún vigentes llegándonos bajo distintas especialidades médicas -como la psicología-, y espirituales. El autor nos presenta las tentaciones, complejos y limitaciones que intentan acosar al hombre de cualquier época, aunando las enseñanzas de los antiguos Padres del desierto con las modernas técnicas de C.G. Jung.