Libro excepcional por su acrisolada perfección y por su insólito lugar dentro de la poesía española del último medio siglo, Manual de eternidad parece surgir de la nada para aspirar apremiantemente a la categoría de clásico. De la nada porque su aliento narrativo parece enraizar en la épica, en un limbo casi anterior a la literatura, de donde también brota un humor raro, sin parentescos líricos aparentes, y en el que rastreamos, sin embargo, ofrendas a todas las tradiciones literarias, del clasicismo a la modernidad, reflejadas tan pródigamente como en una galería de espejos. No nos asombra que el producto de un escritor casi inédito descanse en un pedestal tan sólido y claro, porque es evidente desde los primeros versos que el autor está dotado de una gran erudición y de un talento fuera de lo común, casi de chiste, casi de cómic. Pero los versos mismos nos asombran infinitamente, en sucesivas lecturas, hasta fundirse con el propio asombro en un todo diáfano, sin sombras. No nos hemos parado a preguntarnos qué habría sido de la poesía de Arturo Pascual de no haber fallecido prematuramente, porque en este libro cabe todo él. Quizá sí nos preguntemos dónde termina «lo anterior» al libro, sus fuentes más ignotas, y en ese viaje al centro del poeta se condensa el enigma de este Manual tan vibrante como mudo, tocado por una gracia anterior a casi todo.