Hay un verso de Miguel Labordeta fascinante en el que se refiere a la «estática de ahogado». A partir del mismo se construye esta historia en la que un observador que ha huido de su propia vida se comporta como indica el verso citado. El bosque y la necesidad de mirar el abismo y «abismarse» serán los elementos troncales de la vida de un individuo perdido que ha decidido marcharse y dejar de escribir, pero ¿quién puede decidir exactamente qué ha de suceder