«A qué sabe el plástico. A partir de qué tamaño, esas partículas serosas, dejan de hacer un viaje turístico por nuestro organismo por nuestro aparato digestivo y se incorporan a la cadena trófica.» Este relato toca la médula, duele. La gracia está en su peculiar modo de contarlo, desde una aguda sagacidad, precisión, inteligencia que deviene en humor-horror y cero resignación. Un cero es como un conjunto vacío. Cada lector empezará, desde la lectura, a reavivar simultáneamente la ficción narrativa con su propia vida en un ahora que tiene en el conflictivo plástico arte, pensamiento y materiales civilizatorios un dilema digestivo, ético, creativo. Lo relacional, lo político y lo votivo en una simbiosis que llamamos novela, por no decir: disintamos sobre lo realmente importante y urgente en la actual distopía. ¿Qué hacemos con el apabullante excedente de plástico en nuestras vidas, mentes, espacios públicos o privados Pregunta abierta: lector despierto. Víktor Gómez «Valentinos»