Pertenecían a una estirpe denostada y castigada al ostracismo por el “pecado” de ser agotes. Acusados de brujería, de ser descendientes de los cátaros, godos o vikingos, y de portar enfermedades como la lepra, llevaban siglos desterrados en las aldeas retiradas del Pirineo navarro, del oscense y del sur de Francia. La paciencia es una cualidad con fecha de caducidad, que se les agotó a los jóvenes y valerosos protagonistas de esta historia, quienes tenían ganas de formar sus parejas y emanciparse. Hartos de la falta de libertad y del espacio que les negaban en la tierra donde siempre habían vivido, decidieron marcharse a otro lugar. Un día primaveral de 1951 salieron en busca de la libertad y, después de una larga marcha, se detuvieron en un paraje apartado y sin ningún vestigio de civilización, en la Sierra de la Demanda. Aquel sitio ofrecía la paz, la calma y la discreción que anhelaban. Trabajando en "auzolan" (en comunidad), construyeron un pueblo al que llamaron Eltxo. Veinte años después el azar quiso que los descubrieran. Esto les cambiaría la vida…