En 2006, Luis Alberto de Cuenca obtuvo el Premio Ciudad de Melilla por La vida en llamas, en donde se decanta claramente por el clasicismo poético, por la cultura como salvación ante el dolor que asola al mundo. La serenidad de su anterior poemario, Sin miedo ni esperanza, no se desmorona, pero tiembla ante la realidad del lugar común y la estupidez, pesadillas que llevan a la desolación y la tristeza. De nuevo la cultura popular se codea con los clásicos, a los que invita a acercarse como una forma de divertimento, como vía de escape ante la amenaza de la muerte o la desesperanza. La salvación vendrá por el humor y el amor, reflejado en la sección final del libro, «El jardín de Alicia», donde el dolor se cura en unos brazos cómplices.