A la vuelta de la esquina hay siempre un no se sabe qué, que altera la vida de las personas de forma irremediable. Súbitamente se percibe que los fantasmas del pasado gozan de buena salud y no dejan de hacer apariciones esporádicas. Incluso los hijos de los que vivieron la guerra civil, por transmisión hereditaria, acaban resultando pasivos beneficiarios de las estelares actuaciones de estos impertinentes seres incorpóreos, tal como se descubre al final de la narración.