La infancia se vive, se pierde, se añora, se anhela... Por eso un niño dormido embelesa. Su sueño nos atrapa, nos refugia. Los mayores recordamos para siempre esa paz en el dormir. En esos instantes ellos hacen perfecto el mundo. Cuando duermen se nos revela un secreto: que la vida sería mejor si lográramos que el mundo se pareciera un poco más a ellos.