á áCuando Juan Sebastián Elcano desembarcó en Sevilla, el 8 de septiembre de 1522, culminando su gesta de dar por primera vez la vuelta al mundo y de impulsar de esa manera la primera globalización, Toledo acababa de salir de la profunda crisis que supuso el movimiento de las Comunidades. Sin embargo, la importancia de sus valores simbólicos desde los tiempos de la monarquía visigoda justificó que Carlos V la convirtiera en referencia de su política imperial, y que Felipe II se esforzara por mantener su papel de representación del poder político del estado y religioso, incluso después de decidir la instalación permanente de la Corte en Madrid en 1561 y de culminar las obras del Monasterio del Escorial en 1584, un nuevo símbolo de la monarquía hispánica. á En este libro se muestran las relaciones de la Corona y la Iglesia con la ciudad y el papel de ambas instituciones en la construcción de su imagen, en sus transformaciones urbanas y en la configuración de un paisaje urbano que se modifica a lo largo del siglo XVI, siempre de acuerdo con significados políticos y religiosos, con un dinamismo que hizo de Toledo uno de los principales focos de actividad económica de Castilla y de atracción de población en el siglo XVI. Su importancia política, religiosa y económica, también demográfica, sólo superada en población por Lisboa y Sevilla, justifica su protagonismo artístico en aquella época y una influencia cultural sobre el mundo americano que es fácil de contemplar en la actualidad a través de ejemplos y casos concretos. Sus huellas permanecen actualmente vivas en las arquitecturas y paisajes urbanos de todos esos países, así como en costumbres y sensibilidades artísticas, de manera que, a través de esa proyección cultural, Toledo se consolida como ciudad universal y de valores excepcionales en el siglo de los grandes descubrimientos y de la primera vuelta al mundo.