La novela del doctor Ulecia es un espejo donde mirarse, un motivo para reflexionar en torno a principios y valores inmutables: la dignidad, la integridad, la valentía, la honradez, el coraje, la humildad frente a la soberbia, la tolerancia frente a la intransigencia, el respeto frente al rechazo, la prudencia frente a la temeridad, en definitiva, valores y principios que nos hacen mejores como individuos y como sociedad. Los hechos relatados ocurren hace siglos, pero sus enseñanzas son categóricamente actuales, entre ellas, que las decisiones concernientes a la Salud Pública deben estar sustentadas en el criterio de quienes la llevan y entienden, en la objetividad de la independencia profesional y científica. No hacerlo supone una necedad que acarrea graves e irreparables consecuencias, una indecencia sin paliativos.