Esta obra incide en la apuesta del autor por una poesía reflexiva, dialógica, de tono coloquial a veces y siempre fruto de un arte depurado en la presentación del sentimiento metafísico y lírico, que al poeta le dicta su propia condición de hombre. Influido por el alemán Hölderlin, el libro nos lleva, como lectores, a ser partícipes de una conversación sobre las cosas que de verdad importan. La poesía se reivindica, así, como ese «mientras» del diálogo sin finalidad y de la escucha poética, como un espacio de tiempo real salvado del mundo de los datos impostores e invasores. De este modo, Fulgencio Martínez retoma la comunicación de su mundo poético, tras cinco años de silencio, y da un giro desde sus preocupaciones de poeta cívico hacia los dominios del misterio y la honda rebelión que entraña la poesía.