La catedral de León custodia una serie de más de cien esculturas labradas en las enjutas de las capillas absidales, aparentemente caóticas y carentes de sentido, pero que, en realidad, conforman uno de los conjuntos iconográficos más extraños y excepcionales del gótico. Sus imágenes no sólo representan las concepciones del siglo XIII sobre el apocalipsis, las muertes del cuerpo y el alma, el purgatorio, las edades de la vida, o las virtudes y los vicios, en una suerte de primigenio ars moriendi, sino que también exhiben las huellas de fiestas paganizantes, ideas astrológicas y alquímicas, y antiguos rituales mistéricos, en un laberinto formal y simbólico que encierra y revela además tanto los secretos geométricos de la Pulchra como las creencias y ritos de sus constructores.