Una científica está encerrada en un laboratorio, obsesionada por encontrar la fórmula definitiva del producto que ha sometido a la sociedad: unas pastillas que contienen experiencias humanas para sentir emociones y vivencias ajenas. La sociedad de consumo, incapaz de crear o de producir, ha roto el mecanismo que la hacía funcionar. El hombre ha sustituido su capacidad de imaginar, cooperar y compartir por una sed egoísta e insaciable a la caza de una experiencia superior. El culto del yo se refleja también en el cuerpo, en la posibilidad de cambiar cualquier parte de uno mismo, y dejar de ser para aparentar ser. La obstinación de vivir las vidas de los otros provoca el efecto contrario: el otro ya no existe, ya no importa. El lector será propulsado hacia el vacío de una existencia que gira alrededor del individuo y de las apariencias, donde encontrará las hipocresías y contradicciones de su tiempo. Un mundo donde veremos las consecuencias de las noticias falsas y de unos medios de comunicación serviles con el poder, donde el hombre no necesita amenazas externas porque es su propio peor enemigo.