Las dos grandes ciudades del este de Canadá condensan buena parte del carácter e historia del país: una nación de emigrantes llegados de todas partes del mundo, donde nadie es lo suficientemente exótico como para llamar la atención. En Toronto, capital de Ontario, conviven los espigados rascacielos frente al río San Lorenzo con pequeños barrios multiétnicos (Chinatown, Kensington Market, etc.) llenos de sorpresas. Una fantástica nómina de museos y la imprescindible excursión a las cataratas del Niágara y su entorno completan la visita. Ya en la provincia de Quebec, Montreal sorprende por su elegante diseño "europeo", presente en su "zona vieja" (Vieux Montreal), y por el eclecticismo de vanguardia de su propuesta cultural: centros de divulgación científica, museos de arte, barrios vibrantes y mil y un festivales y eventos. Desde Montreal, no hay que perderse la visita a la amurallada ciudad de Quebec, ni desdeñar los muchos atractivos de la francófona provincia homónima. Por último, entre Toronto y Montreal se debe hacer parada en Ottawa, la pulcra, rectilínea e inclusiva capital del país, que destaca por su excelente nómina de museos.