El origen de la literatura japonesa se oculta en la noche de los tiempos, pero sus primeros eslabones se adivinan en la rica tradición chamanística asociada a las mujeres y tal vez también al protagonismo femenino en la mitología de este pueblo. Logros literarios tan universalmente celebrados como el Genji monogatari, de la dama Murasaki, o El libro de la almohada, de la sorprendentemente moderna Sei Shonagon, en los siglos x y xi no fueron productos aislados, sino eslabones unidos a otros anteriores de una misma y larga cadena que llega hasta nuestros días, en pleno siglo xxi, y que pudiéramos denominar «el genio literario femenino de Japón».