Tras la estela de la goleta Vientos Perdidos. La Vientos Perdidos ha de partir. Los pasajeros que se ven obligados a partir en ella ni siquiera saben cuál puede ser su destino. «Tienen las manos manchadas de sangre», escribe el cronista, el autor de la bitácora, que va dejando escritos sin compasión de los dramáticos sucesos que les han llevado por el lejano mar desde la Ciudad del Río. El cronista va dejando escritos los crímenes que les persiguen. La larga y maestra sombra de Poe transita por las aguas de aquel río. Luis Vaz de Lema, el noble, el alma del cenáculo literario y artístico de la Ciudad del Rio. Hijo, heredero de una de las más antiguas y ricas familias de la ciudad. Una familia de comerciantes, constructores de barcos y de grandes marinos. Y ha de partir de su Ciudad del Rio. El cronista de la Vientos Perdidos ha de dejar escritos aquellos turbios sucesos. No hay compasión en las páginas que va dejando. Ni siquiera para sí mismo. Tristana Ulloa, la hermosa, la compasiva, transita por las páginas del cronista, dejándolo herido de amor y de deseo, como si le hubiera asestado un arponazo. Han quedado sometidos en la goleta que surca los mares por el capitán Aníbal Andabuén, un capitán duro, un capitán sin compasión. A bordo de la Vientos Perdidos, habrán de buscar su destino. Habrán de alcanzar la libertad.