Salir de la cama con ganas de no asesinar a la que tuvo el valor de llamarme poeta en lugar de impostor, pero le faltaron huevos para decírmelo en la calle. Y lo que llega después, cuando las musas se acodan en cualquier barra, cuando empuñan cervezas en cualquiera de sus calibres, cuando se abrazan a las esponjas naturales que asoman en algunos escaparates y fantasean con los restos de polución que les arrancarían de la piel en cualquier ducha. Cuando la basura que la ciudad te adhiere se muere por el sumidero. Cuando todo eso ocurre.