París es, en el orden social, lo que el Vesubio es en el orden geográfico: una mole amenazante y peligrosa, un foco siempre activo de revolución. Pero así como las laderas del Vesubio son ahora, gracias a las capas de lava que las cubren, un paradisíaco vergel, el arte, la vida mundana y la moda florecen como un ningún otro lugar sobre la lava de las revoluciones.