Islandia se define como "Tierra de contrastes, de extremos o de hielo y fuego". En pocos casos podrá afirmarse con mejores argumentos el carácter único de un destino turístico. Islandia es única porque es un territorio en formación (la isla de Surtsey emergió del océano el siglo pasado) condicionado por las fuerzas de la Naturaleza. Se podría decir que los islandeses están sentados sobre un polvorín. A nadie le extraña que en el Medievo se creyera que la entrada a los infiernos estaba en alguno de sus volcanes o que J. Verne localizara en uno de ellos su Viaje al centro de la Tierra. Con estas pistas, podéis empezar a haceros una idea de cómo es esta isla, la segunda mayor de Europa, con 5.000 km de costa y con solo 332.000 habitantes. El viajero que llega a Islandia se encuentra con un paisaje en el que la Naturaleza se expresa con toda violencia y con una inmensa belleza: auroras boreales, volcanes, ríos de lava, fumarolas, calderas de lodo, glaciares, lagos, cascadas, fuentes de aguas termales, géiseres, playas de arena negra, fiordos... Y ¿qué decir de los islandeses? Descendientes de vikingos noruegos, curtidos por la dureza de su territorio y la pesca en alta mar, han sabido hacer de la necesidad virtud y convertirse en una de las sociedades con mejor nivel de vida del mundo. En nuestra guía encontraréis, en la sección de "Generalidades", una excelente introducción al país y sus particularidades y, en las páginas dedicadas a su "Visita", la descripción detallada de los lugares más interesantes (parques nacionales, paisajes excepcionales, rutas de senderismo, excursiones en 4x4, observación de aves y ballenas, museos, etc.) y las mejores maneras de disfrutar de todo lo que ofrece (transporte, agencias, guías, dónde dormir, comer y tomar una copa, manifestaciones culturales, compras...). Por último, aunque no menos importante, las "rondas de bares con concierto" de los fines de semana hacen que Reykjavík tenga una vida nocturna de las más animadas de Europa.