El libro destaca el valor curativo de la experiencia humana de la terapia, en la que el terapeuta se libera de su uniforme profesional para sintonizar con las áreas de profundo sufrimiento que traen a la terapia las personas y las familias con dificultades. Sus herramientas son tanto la palabra como la escucha y el lenguaje del cuerpo y el movimiento, que se convierten en motores de transformación cuando su mundo interior se encuentra con el de quienes le han elegido como fuente de ayuda. La búsqueda de autenticidad toma la forma del don recíproco de la verdad, en el que la esencia de cada persona se encuentra con la de los demás, rompiendo las barreras de los roles. Por tanto, la atención implicará a toda la familia en un proceso de transformación.