Serenidad. Esta es, sin duda, una palabra que al nombrarla evoca: paz, dulzura, tranquilidad, sosiego, calma, felicidad... La filosofía de vida actualmente parece mirar a otro lado, solo de soslayo añora la calma como forma de estar en la existencia. Pero no es suficiente para alcanzar la serenidad un desmayado deseo, requiere una clara determinación que troquele de una manera definitiva nuestro espíritu y, por tanto, el modo de comportarnos... Vivimos hacia fuera cuando sabemos que sin tener el "corazón caliente", reconfortado, abrigado por nuestros propios pensamientos, de nada sirve situarnos en la vanguardia de la diversión... No está sereno quien no tiene nada (que le moleste), sino quien entiende -por amor- lo que le sucede.