Vivimos en una crisis política sin precedentes. La política contemporánea se ha desordenado: se ha vuelto imprevisible, caótica y, en buena medida, incomprensible. La lista de sucesos extraordinarios que se han producido durante la última década resulta asombrosa: la elección de Donald Trump, la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea, la quiebra del sistema de partidos en países como España y Francia, el auge de los partidos nacional-populistas en los países más prósperos de Europa, la involución autoritaria en Hungría y Polonia, la elección de Jair Bolsonaro en Brasil y un largo etcétera. Todo esto sucede en medio de un proceso de cambio de largo plazo caracterizado por una fuerte polarización política, alta volatilidad electoral, participación a la baja y una fuerte aprehensión hacia el futuro. Para explicar el surgimiento de fuerzas antiestablishment y dar sentido al desorden político de nuestra época, Ignacio Sánchez-Cuenca propone una hipótesis novedosa que vas más allá de las explicaciones económicas al uso: vivimos una crisis de la representación política que es consecuencia de un proceso más amplio de desintermediación en muchas esferas de la vida social. En la democracia representativa, los agentes intermediadores son los partidos y los medios. Ambos están ampliamente cuestionados por motivos que se examinan en el libro. Cuando partidos y medios fallan en su papel intermediador, las democracias se desordenan.