Los temas bíblicos de la creación del mundo y del hombre obsesionaron a Mark Twain durante toda su vida. Es constante la referencia en sus relatos, cartas y anotaciones a trabajos que estaba desarrollando, o proyectos que planeaba, con la intención de reunirlos en una magna obra dedicada a los escritos bíblicos. Twain conocía muy bien la Biblia, como lo demuestra la gran influencia que tuvo en toda su obra, pero en estos relatos sobre el Antiguo Testamento encontramos también las huellas de su propia vida: El diario de Adán y Eva se convierte en un tierno y emocionado recuerdo de su mujer, Olivia Langdon, que había muerto un año antes de su redacción. En todos estos relatos está presente, como factor unificador, el vigoroso humor de Mark Twain, con su estilo sencillo, directo, ácido e irreverente, y la misma actitud franca y vital en defensa del ser humano cuyas debilidades y pretensiones ridiculiza.