Los postigos están cerrados;las llaves de las habitaciones, echadas. Reina el silencio. Desde esa penumbra comienza nuestra protagonista el relato de su vida. Annetta tiene un cuerpo mínimo, sus huesos no crecen. Esa pequeñez avergüenza a la bella y elegante Sofia Vivier, su madre, una mujer rodeada de misterio que vive como una huésped en su propia casa. Sofia se calza con terquedad su papel de madre, pero empapa a su hija día tras día de una infelicidad vaga y abstracta. Por otro lado, el padre es para ellas un extraño. La llegada a la casa de Clara Bigi, que viene para establecer un orden, lo pone todo patas arriba: con sus imposiciones duras y absurdas comienza a desmoronarse el mundo de la pequeña, quien se siente cada vez más atrapada en una carrera sin fin por alcanzar el amor de Sofia. Con el paso de los acontecimientos, Annetta se vuelca por completo en su madre, cultivando la desdicha de esta como un regalo en lugar de como una condena. Sobria y elegante, de escritura desnuda, «Una mínima infelicidad» se fija en la relación entre una hija y su madre para explorar la infelicidad como lugar. Carmen Verde nos arrastra hasta la última página como si se tratara de un naufragio deseado. Finalista del prestigioso premio Strega, esta novela debut marca un hito en la narrativa italiana de los últimos años.