Hace ya varias décadas que El acorazado Potemkin dejó de ocupar la cabeza de la clasificación de las diez mejores películas de la historia del cine, por lo menos en los referéndums periódicos de los historiadores y críticos internacionales. parece claro que no es, ciertamente, la mejor película de todos los tiempos, ni tampoco la mejor película muda del cine- Amanecer, sin ir más lejos, la supera-, ni siquiera es la mejor película de Sergei Eisenstein: Octubre es más creativa, Iván el terrible, más grandiosa. Pero sus imágenes han quedado impresas en la memoria de todos cuantos la han visto, emblema no tanto de una revolución estética, sino del vértigo de la revolución soviética.