Prepárate, porque vas a echar de menos a la persona en la que vas a pensar al leer estos versos (y has sabido de quién hablaba con solo esa referencia). Prepárate porque te va a doler. Y, a su vez, te va a aliviar. [] Ninguna de las palabras en este libro son casualidad, son todas en sí mismas un homenaje a los artistas y escritores que hoy están tirando flores a mi hermano desde arriba: Joaquín Rodrigo, Francisco de Goya, Gustavo Adolfo Bécquer, el Bosco y hasta mi tatarabuelo. [] No es amor de hermana, es el orgullo de vivir al lado de un alma vieja que recuerda todas sus vidas y es capaz de hablar sobre cada una de ellas. [] Supongo que es el poder y la magia del arte de mi hermano, Eduardo García Mayo, y de los poemas que componen De las rosas y el romero. -Del prólogo de María García Mayo Un paseo mientras llueve y el crujir de las hojas secas de los árboles al pisar, los nombres que hicieron posible el arte de tantos y tantas artistas del pasado, la Alhambra al atardecer y las callejuelas de Granada llenas del sonido de las palmas acompasando el ritmo del recitar de unos poemas: Así es De las rosas y el romero. Estás ante un poemario con una rima que dirige la voz hacia el pasado, reconectando con la poesía que se leía antaño y que gracias a Eduardo García Mayo seguiremos leyendo y rememorando. En estas páginas se homenajean las rimas y leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y los campos castellanos que pueblan la obra de Miguel Hernández. Con unos poemas de belleza onírica, de naturaleza bucólica, y versos que entonan y componen melodías, el poeta rompe con la corriente establecida en la actualidad abriendo la puerta de par en par a otra forma de ver el verso, la poesía y al propio poeta.