En el universo de Paula, existe una niña y muchos hombres. Una niña que crece, que muda su boca y enraíza;unos hombres que son como aves que pican, cantan, apresan. El amor es un juego para la niña, mientras los hombres lo viven como una competición. El varón engulle, acapara, posee como defensa, y la niña ha de vivir rápido, quemar rápido este amor que no llegará a mañana. Del prólogo de María González El canino sangra mientras el bicho se cuela por el lagrimal del ojo, pero ya no sientes dolor. El amor terminó cuando te clavó los cuchillos en la espalda, y ese daño anestesió cualquier otro padecimiento. Con una poesía musical que potencia la fuerza del verso, Paula Aparicio Cejudo se abre en Tallar aquí el nombre para mostrar lo que guarda dentro de su corazón: un espejo en el que reflejarnos, envueltas en sangre por decir te quiero al que nos hundía. Plagado de simbolismos, el poemario se estructura como un diario de relaciones fallidas, opresoras y asfixiantes en las que se pierde el amor propio, la autoestima y el espacio para el cariño desde la infancia más cruel. Sin embargo, esta travesía, que comienza con un egoísta juego de niños y se enfrenta a la rabia devoradora de la adolescencia, finalmente alcanza el puerto de la aceptación en una madurez que no permite más bichos apoderándose de nuestras lágrimas: «te escucho reír como las hienas/ pero ya no lloro». Como si de un burn book catártico se tratase, Tallar aquí el nombre nos interpela y atraviesa para ubicarnos en el centro del mundo.