En una oficina, una mujer sentada ante una máquina acumula jornadas enteras de trabajo, tensión en los hombros y un hilo de pensamientos, mientras sus manos se mueven mecánicamente sobre las teclas. Poco importa la ubicación o la fecha, la escena podría reproducirse una y otra vez, y ha quedado magistralmente retratada en la serie de poemas que Karen Brodine compone a partir de su labor como tipógrafa. a.