Como siempre digo en mis talleres, redirigir la alimentación de un adulto nada tiene que ver con la de un niño. Ellos ni han pedido el cambio ni entienden los motivos. Modificar hábitos es un proceso lento y, cuando la motivación no es intrínseca, sino que viene impuesta desde fuera, el esfuerzo es exponencialmente mayor. Por eso, la transición con los niños debe hacerse sutilmente y muy poco a poco. Son niños y, por mucho que se les expliquen las consecuencias de una mala alimentación, viven en un entorno desfavorable que no hace más que incitar al consumo de productos no solo vacíos en nutrientes, sino perjudiciales para su salud. Llevo 10 años poniendo en práctica numerosa tácticas y estrategias para lograr ese cambio en mis hijos. No existe magia ni secreto, tampoco suerte. Es la suma de todas ellas lo que te ayudará a lograr pequeños cambios.