La idea de repasar mi vida había sido una propuesta de una periodista que me había invitado a formar parte del libro que estaba escribiendo: «Piense en las circunstancias, los acontecimientos que fueron determinantes en su vida profesional, curiosee entre los recuerdos, no me cabe la menor duda de que su vida ha tenido que ser sorprendente, fascinante», me dijo. Si aceptaba, tendría que reconocer que, a menudo, hay algo que nos sobreviene, una realidad que se nos impone y nos fuerza a tomar decisiones ineludibles e inaplazables. Desgraciadamente, tenía muy claro a qué situación me había tenido que enfrentar siendo muy joven, con tan solo trece años, y qué decisión me había visto obligada a tomar. Cuando mi abuela me regaló un costurero al cumplir los siete años, no podía imaginar, ni por asomo, que mi vida iba a transcurrir entre hilos, agujas y alfileres, dedales y tijeras. Así comienza La sastresa de Fruela 12.