En la biografía de Karen Blixen se percibe una clara línea divisoria entre su vida en África, que en muchos aspectos significó la culminación de sus sueños de juventud, y su vida como escritora. A su regreso, las fantasías que habían alimentado su deseo de vivir intensamente se trasformaron en una meticulosa construcción de la figura de la grande dame que sería a partir de entonces y que reflejan sus retratos más conocidos: una anciana vestida íntegramente de negro, algunas veces con sombrero o una estola de piel echada sobre los hombros, con un cigarrillo entre los dedos. Sus ensayos pertenecen a esta segunda época, cuando ya había publicado las dos obras con las que saltaría a la fama, Siete cuentos góticos y Memorias de África, ambas escritas bajo el seudónimo de Isak Dinesen. Los reveses que supusieron la ruina económica, el fracaso de su matrimonio y la pérdida de su gran amor en África fueron el motor de sus reflexiones sobre cuestiones que le concernían de manera personal y profunda, el material para sus ensayos, en los que trata temas tan diversos como el feminismo, las diferencias entre razas, la vivisección o el ascenso del nazismo y la ayuda a los compatriotas judíos durante la ocupación. En éstos Blixen adopta una perspectiva a primera vista pintoresca e incluso anticuada, para luego sorprender al lector con argumentos plenamente vigentes y universales. Hallamos en ellos la misma originalidad, el mismo desapego hacia el deseo de ser moderno, que en sus relatos: esa cualidad de saber interpretar el pasado y transmitirlo a las generaciones futuras como una herencia viva y una pista de quienes somos. Pero, a diferencia de sus relatos, sus ensayos invitan a un acercamiento espontáneo a la autora, en toda su lucidez de pensamiento, su vastísima cultura y sus fogonazos de conmovedora cercanía.