"Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes", dice el sabio refrán judío. Cuando estábamos a punto de entregar este manuscrito a la editorial, cayó sobre el mundo una enfermedad global. Así, lo que imaginábamos como una tranquila caminata entre los pórticos del Liceo, ha acabado como un incierto paseo doméstico: está hoy la población entera guardando cuarentena. Y la reflexión ética, si quiere ser de veras actual, habrá de prestar atención también a este nuevo fenómeno planetario. ¿Trae consigo la epidemia alguna enseñanza ética? En primer lugar, la situación actual nos recuerda que la aspiración a la autonomía del individuo ha de verse contrapesada en todo momento por el reconocimiento de nuestra mutua dependencia. En condiciones de alarma como las que vivimos, uno debe aspirar, quizá más que nunca y con mayor fuerza, a mantenerse por sí mismo, a no resultar una carga para el resto, a liberar capacidad de asistencia.