A Alfonsito (Pochele) se le viene el mundo encima cuando, en plenas vacaciones estivales, sus padres lo dejan un mes con su abuelo, pero no con el de ciudad (el urbanita), sino con el rural (el gañán), el que vive en una quintería, a las afueras de Cacerorilla. Se llama Tiburcio (alias Atranca-poco), y apenas lo visitan, no sea que se le peguen sus modales de paleto al niño. Para el chiquete esto supone un cambio radical de costumbres y horarios, y sobre todo de lenguaje, pues la jerga de garrulo de su pariente le resulta indescifrable. Como consecuencia no paran de surgir conflictos entre ambos, chocando la formalidad del chaval con las manías y comportamientos de viejuno de campo de su impredecible abuelo, y Pochele se pasa los días refunfuñando y mohíno. El anciano, no obstante, empeñado en tener contento a su nieto, lo embarca en un insensato e irracional periplo veraniego, y de repente todo se vuelve un sindiós. Una comedia entrañable, llena de guasas y simplonadas, apta para gente abierta y con sentido del humor, y todo ello aderezado con la idiosincrasia, la ternura y el surrealismo de la gente mayor de los pueblos de La Mancha.