Una de las cuestiones hoy más novedosas en el mundo del arte es trazar, conocer y, sobre todo, hacerlo con cierta nitidez, el impacto que lo digital y más en concreto, la inteligencia artificial, está teniendo en el mercado del arte. Un impacto que no solo se ha de traducir desde la vertiente del valor económico de la creación u obra en sí, típica de los sistemas anglosajones, cuánto desde la vertiente de la creación y los derechos de autor con su dimensión moral. Sin olvidar la connotación que lo digital tiene como canal, instrumento o herramienta de creación y, en suma, de generación de valor. No solo valor cultural sino un explícito valor patrimonial. Y esto abre significativos horizontes que pasan, primero, por enuclear, bajo un único paraguas o no, la noción y el alcance mismo de lo que es en realidad ôobra de arteö;en segundo lugar, cuestiones de autoría y tutela, amén de seguridad jurídica que no dista de contestar valiente y eficientemente a un nuevo interrogante, a saber, ¿a quién se imputa la autoría cuando la obra, la ôobra de arteö es creada por un sistema de inteligencia artificial , quién crea en definitiva, ¿la máquina, el programador, el usuario o el proveedor de datos de la inteligencia artificial.