En los primeros siglos de la era cristiana, y de manera más clara todavía en los alrededores de la mitad del primer milenio, asistimos a una revolución característica en la región en la que se había desarrollado la gran civilización indo-aria: aparece, se precisa, se afirma y se extiende una corriente espiritual y religiosa que es nueva en relación con los movimientos que prevalecían en el periodo anterior. Todo lo que se llama en general el hinduismo sufrió la influencia de esta corriente y se vio penetrado por ella, se resienten de ello las escuelas de yoga, la especulación posterior a los Upanishads, los textos de Visnú y de Siva, suscita en el propio budismo una nueva corriente, el Vajrayana (la ´Vía del Diamante´ o ´del Rayo´), asocia, finalmente, por una parte, con las variadas formas de cultos populares o de las prácticas mágicas, y, por otra parte, con las enseñanzas estrictamente esotéricas o iniciáticas.